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Santa Hildegarda evoca poéticamente su formación: «El sardio se desarrolla por la tarde, cuando el agua sube, cuando en otoño las hojas de los árboles han caído, es decir, cuando el sol está muy caliente y el aire muy frío, y el sol lo calienta con su brillo». (Physica, capítulo VII)
Para elegir la piedra adecuada, primero hay que tener en cuenta el uso que se le va a dar. Para Santa Hildegarda, el sardo se utiliza muy poco en contacto directo con la piel, y se aplica más a menudo con un paño. Si el uso implica frotar la piedra o sumergirla en vino, se puede optar por una piedra pulida. Para otros usos, puede utilizarse tanto una piedra pulida como un pendiente.
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